México es el país con la mayor
diversidad en cactáceas al contar con 913 especies. Sus características
especiales, como sus tallos capaces de almacenar gran cantidad de agua, la
sustitución de hojas por espinas y su metabolismo que produce la fotosíntesis
por las noches para evitar la pérdida de agua por transpiración, se expresan en
una gran cantidad de formas y colores lo que las ha vuelto muy atractivas para
el mercado nacional e internacional.
Dentro de los climas más áridos como
el semidesierto queretano abundan las biznagas, cactáceas pequeñas como el
“peyote cimarrón” y las biznaguitas o
chilitos que pertenecen al género de las mammillarias, además de nopaleras de
diversas especies y algunos garambullos; sumando diecinueve especies distintas
de cactáceas. Pero, además del valor
científico de estas plantas es importante resaltar su gran importancia a nivel
cultural dentro de las comunidades del semidesierto queretano.
Las comunidades ñañhú de la región
otomí-chichimeca del semidesierto han construido simbólicamente su territorio,
dentro de su cosmovisión del universo la vegetación se ha unido al quehacer
humano como parte fundamental de su vida y subsistencia y se ha insertado una
relación estrecha entre cultura y naturaleza.
La vinculación de la flora con los
pobladores de la región ha dado lugar a usos que se han convertido en
tradiciones. Hay que tomar en cuenta, por ejemplo, los diversos
aprovechamientos que las comunidades otomíes de Querétaro dan a las abundantes
cactáceas de la región. Las cactáceas con valor de uso incluyen algunas de los
géneros opuntia, stenoce- reus, myrtillocactus, echinocereus, stenocactus,
ferocactus, echi- nocactus y mammilaria, empleadas a manera de alimento,
forraje, combustible, medicina o como elemento para la construcción.
Sara Suleyma Rivera Soto
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